Imagina que vas caminando por la Alameda, principal calle de la ciudad de Santiago, con tu walkman, iPOD o reproductor MP3 y de pronto escuchas, desde la nada, a Salvador Allende en su último día. Imagina que vas saliendo del metro y de pronto escuchas a Neruda, desde tus propios parlantes, sin explicación alguna. Sólo un satélite como el Sputnik , aquella máquina rusa que generó como respuesta norteamericana los inicios de Internet, podría ser el responsable de dicha interferencia.
Interferencia, ese el concepto. Como una delgada línea de radio que sólo es posible de escuchar en onda corta, existe también en el éter un espacio para recuperar la memoria.
Eso es esencialmente lo que impulsaron en 2005, entre otras cosas, los profesores italianos Diego Mometti y David Boardman en el Seminario Taller Investigación Estética por una tecnología suave, en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile. Una experiencia abierta de arte participativo que han venido explorando sistemáticamente con su colectivo netzfunk.
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Memoria histórica de la Alameda se ubica dentro de la sinuosa galería de expresiones de artes electrónicas y mediales. Específicamente podríamos llamarle a esta experiencia tactital media o uso no utilitarista de tecnologías duras. O mejor dicho, de tecnologías que surgen en laboratorios de guerra, que luego se liberan y pasan a formar parte del mercado, como el GPS. Usando una señal satelital, un laptop, una palm, un par de audífonos y una mochila, Mometti y Boardman, junto a Melissa Trojani y los chilenos Iván Atencio, Pablo Cottet y Bárbara Palomino, crearon un sistema que permite cargar contenidos multimedia en distintos puntos de la Alameda. |