Texto y fotos:
Jorge Hernández Cerda
o
primero que pensé cuando Jorge
Villacorta, crítico de arte y genetista
peruano, me contó que en Cuba se hacía
un importante festival de arte digital fue “por
qué”. Tenía el cliché en
mi cabeza que estos encuentros se hacían sólo
en países del primer mundo donde la gente compra
papas fritas con una palm. Pero pronto comprendí
que esto no era sorpresa, ya que Cuba siempre ha tenido
una industria de cine potente y que la “movida”
digital podía ser la prima hermana de esta
sabrosa tradición visual.
Así fue como teniendo lejanas imágenes
de Vampiros
en La Habana en mente, accedí al formulario
de postulación en Internet para presentar EAC
magazine como obra online en el VI
Salón y Coloquio Internacional de Arte Digital
(junio de 2004). Siempre un poco inseguro, como toda
interacción con la pantalla hipertextual: quién
está detrás, cómo será
esto, en qué consiste.
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Y llegó la carta de invitación.
Severos críticos cubanos
analizarían el medio electrónico del
Centro EAC y preguntarían por su aporte al
frenético acervo de la cultura high tech.
La Habana, Cuba. Añorada
por muchos, llorada por los nostálgicos, vilipendiada
por otros. Cuando me bajo del avión me golpea
una humedad caliente. Sandra González, relacionadora
pública del Centro Pablo de la Torriente Brau,
me recibe. Me encuentra mucho más joven que el
caballero formal que por mail le preguntaba todo. Me
subo a una van y ya estaba todo perfectamente organizado.
Havanatur coge mi vaucher y antes de explicarme mi estadía
me confirma el regreso. ¿Ya me tengo que ir?
No, me dice la agente, y me advierte la diferencia entre
comprar como turista y como cubano. En la van iba un
chileno que buscaba unas semanas de descanso. Iba a
Guantánamo. No le quise preguntar más.
Me debía concentrar bien en aprovechar Cuba al
máximo durante una semana y absorber todo lo
que pudiera de lenguaje electrónico.
Llego al hotel en pleno
Malecón y me siento extraño. Un cierto
hostigamiento al turista me inquieta desde que me bajo
de
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